Compliance y asuntos públicos: Guardianes de la reputación corporativa
En la actualidad los programas corporativos de cumplimiento normativo (o compliance) han evolucionado para convertirse en sofisticados programas de integridad que tienen un carácter proactivo y preventivo, buscando construir una cultura ética organizacional comprehensiva. Con la mirada puesta en el futuro, buscan allanar el camino para que la empresa potencie sus capacidades “éticas”, desarrollándolas a través del motor de la integridad y solidez reputacional insertas en sus políticas y acciones respectivas. Ante este nuevo enfoque, la comunicación corporativa externa se presenta como una aliada, extendiendo la influencia del primero antes los diversos stakeholders y otros actores que forman parte de su entorno y ayudando a construir una imagen organizacional de integridad, transparencia y alta reputación.
En la actualidad los programas corporativos de cumplimiento normativo (o compliance) han evolucionado para convertirse en sofisticados programas de integridad que tienen un carácter proactivo y preventivo, buscando construir una cultura ética organizacional comprehensiva. En otras palabras, los programas de compliance ya no están sólo para castigar a posteriori la ocurrencia de hechos indebidos, sino que sobre todo están para ayudar a prevenir de manera constructiva la ocurrencia de problemas legales, financieros y, en particular, reputacionales.
Con la mirada puesta en el futuro, buscan allanar el camino para que la empresa potencie sus capacidades “éticas”, desarrollándolas a través del motor de la integridad y solidez reputacional insertas en sus políticas y acciones respectivas.
Sus herramientas son tanto diversas como dinámicas: entre otros ejemplos, el código de conducta ya no es más un texto lleno de buenas intenciones que queda archivado sin tener mayores consecuencias prácticas, sino que es un conjunto de reglas prácticas que cambia dinámicamente con el tiempo y las necesidades de la empresa en un contexto cambiante; la Alta Dirección se compromete con la promoción de las buenas prácticas a través del ejemplo directo y participando en el involucramiento del personal con los valores organizacionales mediante charlas y diálogo; y se fomenta el trabajo conjunto con la cadena de valor de la empresa, involucrando y alineando a sus diversos actores con las directrices de integridad de la empresa.
Ante este nuevo enfoque, la comunicación corporativa externa se presenta como una aliada, extendiendo la influencia del primero antes los diversos stakeholders y otros actores que forman parte de su entorno y ayudando a construir una imagen organizacional de integridad, transparencia y alta reputación.
En una “aldea global” de múltiples redes sociales y comunicaciones globalizadas instantáneas donde los escándalos corporativos se difunden de manera meteórica, un sólido programa de asuntos públicos necesita comunicar de manera abierta y transparente todo lo que la empresa hace para cumplir con el espectro de normativas de compliance que se exigen desde distintas instancias regulatorias y gubernamentales que tienen validez tanto a nivel local, regional como, de manera creciente, a nivel internacional, con la presencia cada vez más extendida de regulaciones de carácter extraterritorial como la ley estadounidense FCPA o la nueva ley anticorrupción corporativa que entrará en vigor en Brasil a comienzos de 2014.
Este conocimiento al detalle de las políticas de integridad les permite a los departamentos de comunicaciones externas simultáneamente adelantar una respuesta informada ante la ocurrencia de algún problema de integridad o “crisis management”, como así también edificar una sólida imagen de responsabilidad empresarial ante los distintos stakeholders que estarán entonces al tanto de la importancia que la empresa atribuye a las políticas de compliance.
Sólo una fluida interacción, sincronización y alineamiento de los programas de integridad y comunicación de la empresa a través de un trabajo conjunto entre estas dos áreas permitirá que cada una lleve a cabo sus objetivos de manera eficiente. Un programa de integridad mediocremente comunicado es un programa que tiene pocas chances de éxito y si el mensaje de lo que la organización realiza desde y por la integridad es nulo o reducido a simples acciones decorativas sin mayor peso como ciertos ejemplos de RSE insustanciales, la empresa será observada como poco comprometida con los valores organizacionales públicamente declamados, dañando su reputación y quedando expuesta a un entorno de negocios dinámica y cambiante donde la exigencia por la transparencia e integridad es cada vez más grande.
En otras palabras: los asuntos públicos necesitan crecientemente de la integridad para poder llevar adelante su agenda comunicacional antes los diversos stakeholders de la empresa y la integridad corporativa necesita comunicar e involucrar de manera persuasiva a éstos últimos para poder cumplir con sus objetivos de manera eficiente.
Gabriel Cecchini
Coordinador
Centro de Gobernabilidad y Transparencia
IAE Business School