Un estudio pone en duda el carácter ecológico de muchos biocombustibles
Aunque cada vez son más las voces que cuestionan el valor medioambiental de los biocombustibles, el asunto está lejos de haberse cerrado. En primer lugar, porque hay diferencias muy marcadas entre ellos; pero también porque no existe un único criterio para juzgar su valor medioambiental.
Una reciente investigación realizada por dos profesores del Instituto Smithsoniano de la Investigaciones Tropicales, con sede en Panamá, trata de resolver estas cuestiones. Sus autores, John Scharlemann y William Laurance, han publicado los principales resultados de su investigación en la revista 'Science'.
El estudio compara 26 biocombustibles con la gasolina, el gasoil y el gas natural, combustibles fósiles que se verían sustituidos por aquellos. Los criterios para determinar la calidad medioambiental de un biocombustible son dos. Por un lado, la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero que emite su quema en comparación con los otros combustibles. Por otro lado, el impacto medioambiental causado por el cultivo que sirve para su obtención -incluida la destrucción de la vegetación preexistente-, así como el generado por la producción industrial del combustible.
Los resultados de la investigación no alientan la sustitución de los combustibles fósiles por estos nuevos productos. Aunque en 21 de los 26 casos las emisiones de gases de efecto invernadero son menores que las del gas natural y los derivados del petróleo, el impacto medioambiental suele ser mayor. Así sucede en 12 casos. En algunos casos, como los obtenidos de la patata y el centeno, el impacto ecológico es cinco veces mayor que el derivado de la extracción y explotación de los combustibles fósiles.
Pero lo peor es que precisamente los biocombustibles más usuales, como el biodiésel obtenido de la soja y el etanol del maíz, forman parte de ese grupo de elevado impacto medioambiental. Otros biocombustibles comunes, como el diésel del aceite de palma o, sobre todo, el etanol procedente de la remolacha o de la caña de azúcar, resultan bastante aceptables desde la perspectiva de las emisiones de gases de efecto invernadero; pero siguen teniendo un impacto medioambiental superior a los fósiles.
Los biocombustibles más ecológicos, tanto desde una como otra perspectiva, son los obtenidos de las basuras, del reciclaje de otros combustibles, y de la madera -metanol y etanol-; así como los combustibles 'tradicionales' como la madera o el estiércol.
Los autores creen que "es necesario considerar algo más que la energía y las emisiones de gases de efecto invernadero cuando evaluamos diferentes biocombustibles." Y agregan que "los gobiernos deberían ser más selectivos sobre que cultivos apoyan con subsidios y recortes de impuestos".
(El Mundo)