La región necesita inversión privada para no perder otra década

09.09.2025 | Tendencias

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) acaba de presentar su nuevo Estudio Económico y el mensaje es fuerte: la región corre el riesgo de vivir otra “década perdida” si no logra movilizar recursos frescos para financiar el desarrollo. Con un crecimiento previsto de apenas 2,2 % en 2025 y 2,3 % en 2026, los gobiernos tienen poco margen para impulsar cambios solo con fondos públicos. Por eso, el informe pone el foco en el papel del sector privado y en la necesidad de construir alianzas más sólidas con el Estado.


La CEPAL muestra que los países enfrentan problemas fiscales, inflación persistente y vulnerabilidad financiera. En este contexto, la capacidad de recaudar impuestos o de sostener grandes programas desde lo público es limitada. El gran desafío es cómo atraer más financiamiento, sobre todo del sector privado, para impulsar una transformación productiva que genere innovación y empleo de calidad.

Tres caminos para movilizar recursos

El informe propone tres ejes centrales:
  1. Mejorar las finanzas públicas y resolver obstáculos estructurales.
  2. Cerrar la brecha de financiamiento para la transformación productiva con la entrada de capital privado.
  3. Reforzar el papel de la banca de desarrollo como puente entre recursos privados y proyectos estratégicos.
     
El rol clave del sector privado

La CEPAL deja claro que sin la inversión y la innovación del sector privado no habrá cambio posible. Las empresas generan casi el 80 % del empleo en la región y más del 60 % del consumo. Esto las convierte en actores decisivos para movilizar capital, apoyar a la banca de desarrollo y sumar soluciones tecnológicas.

Ejemplos recientes en la región ya apuntan a esa dirección:
  • Emisión de bonos sostenibles y azules por parte de bancos de desarrollo, con fuerte participación privada.
  • Modelos de ganadería regenerativa en Colombia que reducen emisiones y aumentan la productividad.
  • Proyectos de energía renovable en Chile y Uruguay impulsados por empresas que integran la transición energética en su estrategia.

 ¿Qué significa para las empresas?
  • La sostenibilidad pasa de ser un discurso a una condición para competir. Ya no alcanza con tener programas aislados de responsabilidad social. La sostenibilidad debe integrarse al corazón de la estrategia de negocio, porque es lo que piden los reguladores, los inversores y cada vez más los consumidores.
  • El cumplimiento regulatorio se acelera. Brasil y México ya fijaron plazos para que las empresas reporten bajo estándares internacionales (ISSB). Esto marcará un efecto contagio en otros países y obligará a las compañías a contar con información confiable y auditable sobre sus impactos ambientales, sociales y de gobernanza.
  • La reputación y el propósito son activos estratégicos. La confianza que logren generar las empresas será tan importante como sus resultados financieros. Una marca que demuestre coherencia entre lo que dice y lo que hace tendrá más facilidad para atraer talento, clientes e inversión.
  • El financiamiento dependerá de la sostenibilidad. La emisión de bonos verdes, sociales y azules, y la creación de fondos de inversión responsables, muestran que el acceso a capital se está condicionando a compromisos ESG. Las empresas que se queden afuera de esta ola perderán oportunidades de financiamiento.
  • Las alianzas serán la nueva norma. No bastará con esfuerzos individuales. Los bancos de desarrollo, los gobiernos y los organismos internacionales buscan socios privados confiables para ejecutar proyectos en sectores estratégicos como energía, agroindustria, agua o digitalización. Estar dispuesto a colaborar será clave para crecer.v

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