Informe de Riesgos Globales: advierten que ignorarlos no hace que sea menos probable que se produzcan
En 2020, el mundo sufrió los efectos catastróficos de ignorar los riesgos a largo plazo, como las pandemias, que actualmente son un riesgo inmediato, según el Informe 2021 del Foro Económico Mundial. Por otra parte, las preocupaciones medioambientales siguen encabezando la lista en términos de probabilidad e impacto en la próxima década. Será clave la cooperación mundial para abordar los desafíos que se avecinan. También se advierte que todas las empresas tendrán que reforzar y reevaluar continuamente sus estrategias de reducción de riesgos si quieren mejorar su resistencia a las crisis futuras.
En los últimos 15 años, el Informe de Riesgos Globales ha estado advirtiendo al mundo sobre los peligros de las pandemias. En 2020, observamos los efectos de ignorar la planificación y los riesgos a largo plazo. La pandemia de COVID-19 no solo se ha cobrado millones de vidas, sino que también ha incrementado las desigualdades sanitarias, económicas y digitales existentes desde hace tiempo. Miles de millones de cuidadores, trabajadores y estudiantes —especialmente las minorías que se encontraban en situación de desventaja antes de la pandemia— corren ahora el riesgo de abandonar la senda hacia las nuevas sociedades más justas que la recuperación les permitiría alcanzar. Según el Informe de Riesgos Globales 2021, estos acontecimientos pueden frenar aún más la cooperación mundial necesaria para hacer frente a los desafíos a largo plazo, como la degradación ambiental.
En lo que respecta al acceso a la tecnología y a las aptitudes digitales, la brecha entre “ricos” y “pobres” corre el riesgo de ampliarse y poner en peligro la cohesión social. Esta situación afectará en particular a los jóvenes de todo el mundo, que se enfrentan por segunda vez en una generación a una crisis mundial, y podrían perder por completo cualquier oportunidad en la próxima década.
Las presiones financieras, digitales y de reputación resultantes de la COVID-19 también amenazan con excluir a muchas empresas y a sus empleados de los mercados del futuro. Si bien estas posibles desigualdades podrían provocar una fragmentación social para los estados, una perspectiva geopolítica cada vez más tensa y frágil, también obstaculizará la recuperación mundial si las medianas potencias no ocupan un lugar en la escena mundial.
Una vez más, los riesgos medioambientales dominan, en términos de impacto y probabilidad, de cara a la próxima década. Las fracturas sociales, la incertidumbre y la ansiedad harán más difícil lograr la coordinación necesaria para hacer frente a la continua degradación del planeta.
Por primera vez, el informe también evalúa los riesgos en función del momento en que los encuestados perciben que supondrán una amenaza crucial para el mundo. Los peligros claros y presentes (0 a 2 años) revelan la preocupación por la vida y los medios de subsistencia, entre ellos las enfermedades infecciosas, las crisis laborales, la desigualdad digital y el desencanto de los jóvenes. A medio plazo (3 a 5 años), los encuestados creen que el mundo se verá amenazado por los riesgos económicos y tecnológicos inducidos, que pueden tardar varios años en materializarse, como el estallido de burbujas de activos, el colapso de las infraestructuras informáticas, la inestabilidad de los precios y las crisis de la deuda. Las amenazas existenciales (5 a 10 años) —armas de destrucción masiva, colapso del estado, pérdida de la biodiversidad y avances tecnológicos adversos— dominan las preocupaciones a largo plazo.
“En 2020, el riesgo de una pandemia global se convirtió en una realidad, hecho que este informe ha puesto de relieve desde 2006. Somos conscientes de lo difícil que resulta para los gobiernos, las empresas y otros grupos de interés abordar este tipo de riesgos a largo plazo, pero la lección que debemos sacar es que todos debemos reconocer que el hecho de ignorarlos no hace que sea menos probable que se produzcan. Conforme los gobiernos, las empresas y las sociedades comiencen a salir de la pandemia, deberán configurar urgentemente nuevos sistemas económicos y sociales que mejoren nuestra capacidad de resistencia colectiva y de respuesta a las perturbaciones, al tiempo que reducen la desigualdad, mejoran la sanidad y protegen el planeta. Con el objetivo de ayudar a hacer frente a este reto, el evento de la próxima semana, el Programa de Davos, movilizará a los dirigentes mundiales para definir los principios, las políticas y las asociaciones necesarias en este nuevo contexto”, afirmó Saadia Zahidi, Directora General del Foro Económico Mundial.
El informe también reflexiona sobre las respuestas a la COVID-19, extrayendo lecciones destinadas a reforzar la capacidad de recuperación mundial. Entre dichas enseñanzas figuran la formulación de marcos analíticos, el fomento de campeones del riesgo, el refuerzo de la confianza mediante una comunicación clara y coherente y la creación de nuevas formas de asociación. Los riesgos clave esbozados en el informe se acompañan de recomendaciones para ayudar a los países, las empresas y la comunidad internacional a actuar, en lugar de reaccionar ante los riesgos transversales. El informe concluye con un panorama general de los “riesgos fronterizos” —nueve eventos de alto impacto y baja probabilidad que proceden de ejercicios de previsión de expertos— entre ellos, las perturbaciones geomagnéticas, las guerras accidentales y la explotación de interfaces cerebro-máquina.
“La aceleración de la transformación digital promete grandes beneficios, por ejemplo, la creación de cerca de 100 millones de nuevos puestos de trabajo en 2025. Sin embargo, al mismo tiempo, la digitalización puede desplazar alrededor de 85 millones de puestos de trabajo, y dado que el 60% de los adultos todavía carecen de los conocimientos digitales básicos, el riesgo consiste en la acentuación de las desigualdades existentes”, señaló Peter Giger, Director de Riesgos del Grupo, Zurich Insurance Group. “El mayor riesgo a largo plazo sigue siendo la inacción ante el cambio climático. No existe una vacuna contra los riesgos climáticos, por lo que los planes de recuperación postpandémica deben centrarse en que el crecimiento se ajuste a los programas de sostenibilidad para volver a construir mejor”.
“Las consecuencias económicas y sociales de la COVID-19 tendrán un profundo impacto en la forma en que las empresas interactúan con sus clientes y empleados mucho después de la difusión de la vacuna. Con la transformación de los lugares de trabajo de las empresas, surgen nuevas vulnerabilidades. La rapidez de la digitalización está aumentando de manera exponencial la exposición cibernética, la interrupción de la cadena de suministro está alterando radicalmente los modelos de negocio, y el aumento de los problemas de salud graves han acompañado el cambio de los empleados al teletrabajo”, explicó Carolina Klint, Líder de Risk Management en Europa continental, Marsh. “Todas las empresas tendrán que reforzar y reevaluar continuamente sus estrategias de reducción de riesgos si quieren mejorar su resistencia a las crisis futuras”.
“La pandemia de 2020 constituyó una prueba de estrés que sacudió los cimientos de las economías y sociedades de todo el mundo. La reconstrucción de la capacidad de resistencia a las conmociones sistémicas requerirá una financiación considerable, cooperación internacional y una mayor cohesión social. La capacidad de recuperación también dependerá del crecimiento continuo de la conectividad en todo el mundo, porque sabemos que las economías que se digitalizaron antes tuvieron un rendimiento relativamente mejor en 2020”, comentó Lee Hyung-hee, Presidente, Comité de valor social, Grupo SK. “Sin embargo, para que el despliegue continuo de la tecnología 5G y de la IA emerja como un motor de crecimiento, debemos superar de forma urgente las brechas digitales y hacer frente a los riesgos éticos”.
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