Las mujeres tienden a estar agrupadas en industrias que obtienen menores ganancias

24.02.2016 | RRHH

Según un nuevo estudio, las mujeres que trabajan en sectores tradicionalmente masculinos ganan, en promedio, tanto como sus pares varones, y tres veces más que las mujeres que trabajan en los sectores femeninos. Además, revela que estas mujeres tienen 3,5 veces más probabilidades de haber sido introducidas en su trabajo por un miembro masculino de la familia, y un 80 % más probabilidades de haber contado con un modelo masculino que otras mujeres.


De acuerdo al documento de trabajo “Breaking the Metal Ceiling: Female Entrepreneurs Who Succeed in a Male-Dominated World“ (Romper la barrera de metal: Mujeres empresarias que tienen éxito en un mundo dominado por los hombres) (PDF, en inglés), las mujeres de todo el mundo tienden a estar agrupadas en industrias que obtienen menores ganancias que los sectores donde predominan los hombres, según el Informe sobre el desarrollo mundial 2012 del Banco Mundial, dedicado al tema de la igualdad de género y el desarrollo.

“La segregación en los puestos de trabajo por razón de género es algo que se ve en todos los países del mundo”, desde Suecia hasta Bangladesh, señala Markus Goldstein, uno de los autores del mencionado informe y economista principal del Laboratorio de innovación en cuestiones de género para África (i) del Banco Mundial. “No es algo que desaparece de manera automática con el crecimiento económico”.

La segregación por motivo de género en la fuerza laboral es un “gran componente de la brecha en materia de ingresos entre los hombres y las mujeres”, añade. “Esto es bien sabido y los cambios en el tiempo están bien documentados. La cuestión es cómo solucionarlo”.

Goldstein trabajaba en un proyecto sobre emprendedores en Kampala cuando notó una tendencia en los resultados que hizo surgir las siguientes preguntas: ¿Qué lleva a algunas mujeres a aventurarse en las industrias principalmente masculinas? ¿Hay algo diferente en ellas?

En el estudio “Romper la barrera de metal” —que podría transformarse en la primera investigación de este tipo— se trató de averiguar y responder tales interrogantes.

Se analizaron datos recopilados en 2011 para determinar si la pequeña cantidad de mujeres en las industrias dominadas por los hombres tenía habilidades o características especiales.

Goldstein dice que esperaba que las mujeres fueran “superempresarias. Pensé que se relacionaba con la capacidad empresarial. Pero resultó que no era eso”, relata.

“No parecía ser el caso de que se tratara de tener habilidades muy superiores al promedio en cualquiera de las dimensiones que podíamos medir”.

En cambio, los factores más importantes que influían en las mujeres eran el apoyo de sus familias y los consejos de un mentor, en particular de una figura masculina.

Las mujeres, apodadas “crossovers” (que cruzan las fronteras de género) por los investigadores, tenían 3,5 veces más probabilidades de haber sido introducidas en su trabajo por un miembro masculino de la familia, y un 80 % más probabilidades de haber contado con un modelo masculino que otras mujeres.

“También eran mucho más propensas a haber sido expuestas al sector cuando eran relativamente jóvenes, con el apoyo de alguien de confianza, por lo general un varón, que las ayudaba”, dice Francisco Campos, coautor del estudio “Romper la barrera de metal”.

El estudio se realizó también en Etiopía en 2014 y 2015 para verificar si los resultados eran los mismos y acumular más pruebas en la región. Esta investigación mostró que el marido de una mujer parece desempeñar un papel importante en la incorporación de esta en un sector dominado por los hombres, dice Niklas Buehren, economista del Laboratorio de innovación. Los esposos proporcionan financiamiento y también muestran a las mujeres los tipos de habilidades que necesitan, y a menudo la pareja crea de manera conjunta una empresa e ingresan “juntos en ese sector”, agrega.

Sin embargo, con frecuencia, las mujeres “crossovers” son solteras, es decir no se han casado nunca, o son viudas o divorciadas.

Y, curiosamente, ellas tenían un 93 % menos probabilidades de haber recibido la influencia de un maestro, según el estudio de Uganda, tal vez porque las escuelas tienden a reforzar las profesiones tradicionales para las mujeres, dice Goldstein.

Teniendo en cuenta las conclusiones de los estudios, Campos plantea que el siguiente paso debe ser un proyecto piloto que proporcione información a las mujeres sobre las oportunidades en áreas no tradicionales, junto con programas de capacitación y tutoría.

Los países en desarrollo deben tratar de facilitar el camino para que las mujeres se incorporen a industrias dominadas por los hombres, señala Goldstein.

“Si nos importa el crecimiento económico, entonces esta parece ser una manera mucho mejor de dar acceso a las personas a los puestos de trabajo más adecuados para ellas, lo que haría crecer las economías. También esto permitiría que esas personas sean más felices, porque no se están desechando ciertas profesiones para ellas. Existen más opciones para que las personas puedan encontrar algo que las haga felices, y también se abordaría la desigualdad en los ingresos por razón de género, y así lograr una mayor igualdad”.

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