"El desempleo juvenil a escala mundial es causa de gran preocupación pero las cifras a veces pueden parecer confusas.”
Esta es la opinión de Ekkehard Ernst, jefe de la Unidad de Tendencias del Empleo de la OITGINEBRA, en una nota online publicada en la página web de la OIT. Viene a presentar los últimos datos de la Unión Europea que muestran que el desempleo juvenil sigue aumentando y el debate que se está gestando acerca de cómo medirlo. Advierte de que las cifras sobre el desempleo juvenil pueden ser "confusas". Propone un análisis sobre dos formas de indicadores: la tasa y el coeficiente de desempleo.
La forma de medir el desempleo, para Ekkehard Ernst, puede hacerse a partir de dos denominadores distintos: 1) tasa de desempleo juvenil, que incluye sólo la fuerza laboral juvenil- aquellos que trabajan o buscan empleo – 2)el coeficiente de desempleo juvenil, que abarca el grupo total de jóvenes entre 15 y 24 años – incluyendo los estudiantes a tiempo completo.
Para Ekkehard Ernst, estos indicadores pueden distorsionar la situación del desempleo entre los jóvenes, debido a parámetros o criterios distintos de medición. "De manera que, si analizamos 200 jóvenes, de los cuales 100 están estudiando y 50 tienen empleo, la tasa de desempleo sería de 50 por ciento, mientras que el coeficiente sería de 25 por ciento”.
Para Ernst, esto muestra, por ejemplo, que España tenga una alarmante tasa de desempleo juvenil de más de 54 por ciento, pero un coeficiente de desempleo juvenil de cerca 21 por ciento. En Alemania, la tasa es de alrededor de 8 por ciento y el coeficiente de 4 por ciento.
Sostiene que aplicar el coeficiente para comparar los niveles de desempleo entre países se dificulta porque existen diferencias significativas en la manera en que los países registran la participación en el mercado laboral. “Los países que tienen un sistema de formación profesional bien desarrollado, como Alemania, consideran a los jóvenes que siguen este tipo de formación como empleados porque ellos se benefician del aprendizaje en el lugar de trabajo, mientras que en otros países sólo aquellos que han completado sus estudios o los han abandonado y están buscando trabajo son considerados como parte de la fuerza laboral juvenil”
Por lo tanto, para Ernst comparar las tasas de desempleo juvenil entre países puede ser engañoso. También puede sugerir que ciertos sistemas de educación son eficientes a la hora de reducir el desempleo juvenil, “cuando en verdad tal vez no lo sean”.
Continúa afirmando que los coeficientes, si bien pueden ser herramientas útiles, “tienden a subestimar la extensión del desempleo entre los jóvenes, en especial cuando la participación de la fuerza de trabajo juvenil es baja y las tasas de desempleo de los jóvenes son altas”. Para Ernst esto es evidente en las economías emergentes y en desarrollo, donde tanto las tasas como los coeficientes con frecuencia “minimizan los problemas que los jóvenes enfrentan en el mercado laboral” y llegan a sugerir una situación del empleo juvenil mejor de lo que realmente es. Las tasas de participación de la fuerza laboral en estos países, por lo general, son más altas entre los jóvenes que en las economías desarrolladas. Esto se puede deber, para Ernst, a que muchos jóvenes aceptan cualquier trabajo disponible. “La realidad es que muchos jóvenes en las economías en desarrollo tienen empleos de pobre calidad y un acceso limitado a la protección social”, finaliza diciendo.