Entrevista a Gerard Zandstra

29.03.2011 | Entrevistas

El especialista opina que el énfasis en la ética de las conductas debe estar puesto en las personas y no en las empresas. Dice que los empresarios exitosos y honestos pagan un precio alto. Cree que, en materia de responsabilidad social empresarial, hace falta lograr una revolución de la moral.


Gerard Zandstra es un hombre particular. Es un pastor protestante norteamericano, de 41 años, casado y con dos hijos, que usa riguroso traje y corbata, y que recorre el mundo para visitar empresas -no iglesias-, y aconsejar a altos directivos sobre su especialidad: la ética en los negocios.

Zandstra considera que la expresión "responsabilidad social empresarial" (RSE) hoy está de moda y que sería más útil que en lugar de abrir departamentos de RSE dentro de las empresas, cada empresario en forma individual reflexione sobre la moralidad de sus actos. "Esto sería una verdadera revolución. El énfasis en la ética de las conductas tiene que estar puesto en la persona y no la empresa", dijo en una entrevista con LA NACION, durante su visita a Buenos Aires, donde llegó invitado por la Fundación Atlas.

Como director de programas del Acton Institute, organización norteamericana dedicada a acercar los valores religiosos al mundo empresarial, Zandstra -doctor en teología y políticas públicas-, ofrece seminarios de tres días de duración a altos directivos para reflexionar sobre sus prácticas empresariales. Además, ahora piensa dejar su labor de pastor para postularse como candidato a senador por su país.

En un almuerzo que Zandstra compartió esta semana con empresarios de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), criticó además el acento que ponen las empresas norteamericanas al hablar de RSE asociándolo con el cuidado del medio ambiente o la mejora de sus políticas de inclusión a homosexuales. "Hay que volver a lo básico: hablar de transparencia, de ganancias éticas, de reportes transparentes, de honestidad y decencia", dijo. "Ser ético supera a ser legal", agregó. En este sentido comentó que los empresarios se preocupan por no infringir normas legales, pero no les gusta reflexionar sobre si sus actitudes son morales o no Citó como ejemplo el escándalo de la empresa Enron de EE.UU. que, al dibujar sus balances, cayó en un error de orden moral, pero no legal.

-¿Qué debe hacer una empresa para ser socialmente responsable?

-La primera responsabilidad que tiene una empresa es generar ganancias. Ese es el motivo que sostiene su existencia. Luego, al hablar de responsabilidad social, prefiero focalizarme en los empresarios y no en las empresas en general. Son ellos quienes deben tratar bien a su personal, presentar balances de sus ganancias transparentes, ser decentes, o competir con reglas de juego honestas, no presionar al Estado para obtener ventajas y desterrar a la competencia, prácticas habituales entre los campesinos de mi país que obtienen subsidios del Estado.

-¿Cuál es el límite de la RSE? ¿No existe el riesgo de que las empresas desvíen recursos para atender necesidades de su comunidad y esto termine por perjudicar su negocio?

-Claro que sí. Una empresa socialmente responsable debe brindar ante todo un excelente producto de calidad y luego colaborar con las necesidades de su comunidad en la medida en que pueda. Creo que hay un malentendido en esto. Cada hombre es responsable de su destino y, si está en apuros, las personas más cercanas a él son quienes deben colaborar. En primera instancia, la familia; luego, la comunidad; luego, el gobierno local. En esto se basa el principio de subsidiariedad.

-¿Cómo se enseña ética en las escuelas de negocios de su país?

-Se focalizan más bien en lo que es legal. Jeff Skelling, mentor del escándalo de Enron fue un excelente egresado de la Escuela de Negocios de Harvard que aplicó en Enron lo que aprendió en la universidad. El no hizo nada ilegal, sino inmoral. Pero el Estado no puede regular todas las acciones morales de los hombres. Hay muchas conductas que hacen a la trama cotidiana de la vida que se rigen por cuestiones de conciencia. Incluso hay veces en que los ciudadanos se ven en la obligación de quebrantar las leyes. Por ejemplo, durante el régimen nazi, los alemanes que escondían a judíos en sus hogares quebrantaban la ley al mentirles a los funcionarios de Estado.

-¿Cree posible ser un empresario exitoso y a la vez honesto en un país como la Argentina, enormemente frágil institucionalmente, donde el Estado aplica políticas que desalientan la producción?

-Sí, absolutamente. Pero se pago un precio por ello. Seguramente quien no quiera participar en la corrupción de ningún modo tendrá que estar dispuesto a ganar menos que los otros, a correr el riesgo de recibir amenazas a su vida, sobre todo en países como Nigeria, donde la corrupción está hiperextendida. Pero quien participa en la corrupción de alguna u otra forma debe ser consciente de que está colaborando con alimentar al monstruo que finalmente se comerá el sistema. Por eso en nuestros seminarios con CEO intentamos hacerlos reflexionar sobre qué tipo de sociedad buscan, en qué tipo de cultura quieren educar a sus hijos. Hay que pensar en el largo plazo y no sólo en el corto.

-¿No cree que en países como el suyo la enorme presión por los resultados que ejercen los analistas del mercado de capitales sobre los CEO hace que estos finalmente caigan en prácticas corruptas?


-Por supuesto. La obsesión que existe por mostrar resultados positivos en los balances cuatrimestrales, hace que los CEO tomen medidas que los benefician a ellos en el corto plazo, pero que perjudican el negocio de la empresa en el largo plazo. Antes, un CEO permanecía en su cargo durante ocho años. Hoy lo hace por sólo tres y por eso toman medidas de cortísimo plazo que los benefician sólo a ellos. Pero es cierto que el mercado también los presiona para mostrar balances positivos por trimestres.

-¿Qué tipo de empresarios van a sus seminarios y por qué lo hacen?

-En general son personas que toman su tradición religiosa o su educación moral en serio. Quieren saber si están viviendo los valores que profesan dentro de sus empresas. En general son mayores de 50 años, pues están dispuestos a hacerse preguntas difíciles como las que nosotros les planteamos, del tipo quién soy, qué persona quiero ser, cuáles son las responsabilidades respecto a mi comunidad, si puedo ser exitoso y a la vez honesto, cuál es la diferencia entre ser un empresario exitoso o relevante para la sociedad, cuál es la ganancia suficiente para mí, hasta donde estoy dispuesto a llegar. Estas preguntas son incómodas y en general se animan a responderlas los más maduros.

Fuente: Por Agustina Lanusse para LA NACION.

Una tarea pendiente

Gerard Zandstra es sumamente crítico sobre la labor que realizan los líderes religiosos al asesorar a los hombres de negocios. "En general los pastores o sacerdotes no entienden la presión, las tentaciones, los riesgos que tiene el hombre de empresa. Creen que este hace la plata de mala manera y sólo lo consideran si dona parte de sus ganancias", dijo Zandstra.

"Pero se olvidan de que en el camino de generar ganacias para su empresa, el empresario contrató personal, pagó sus impuestos otorgó seguridad social a sus empleados y ofreció un buen producto para su comunidad. Antes de donar un centavo ya ha aportado un beneficio enorme a la sociedad", subrayó el pastor y especialista en responsabilidad social empresarial.