Es redituable sacarse un diez en conducta ambiental

29.08.2011 | Destacadas

La conducta empresarial en relación al cuidado del medioambiente es un tema que ha adquirido relevancia creciente en los últimos años. La realidad indica que cada vez son más las empresas que realizan acciones dirigidas a mejorar su performance ambiental y Argentina no es la excepción. Ahora, cuál es la lógica detrás de esta conducta? ComunicaRSE presenta este artículo de Vanesa Valeria D´Elia, docente de UNR, UCEMA y UADE.


 

Ya lo decía Adam Smith en la Riqueza de la Naciones "… no es de la benevolencia del carnicero, cervecero o panadero de donde obtenemos nuestra cena, sino de la preocupación por sus propios intereses…" En este sentido tampoco sería la preocupación altruista por el cuidado medioambiental la que guía la conducta empresarial, sino la búsqueda de beneficios.
En efecto, una proporción cada vez mayor del valor de mercado de una empresa está formada por activos intangibles, entre ellos la reputación ambiental. Diversos estudios prueban que comprometer la imagen ambiental puede resultar en una pérdida devastadora. Así, los consumidores (locales y externos) preferirán comprar productos "verdes" penalizando así a las firmas que no se esfuercen en mantener limpio el medioambiente. Por su parte, los inversores dejarán de invertir en compañías contaminantes en tanto el valor accionario, al depender del flujo de los beneficios y riesgos futuros se verá afectado de manera negativa. Se ha demostrado que en países desarrollados el impacto de las noticias ambientales sobre los retornos de las acciones ronda entre el 1% y el 2% y entre el 10 % y el 20% en países en desarrollo. Si bien los porcentajes dependen de la metodología empleada en la medición, lo cierto es que los impactos serían mucho mayores en países con menos desarrollo debido a la alta volatilidad de los mercados de capitales.
Entonces, si los agentes privados pueden "premiar" y "castigar" a las empresas por su responsabilidad ambiental, es posible que participen eficazmente en el proceso de regulación de la contaminación?. O dicho de otra manera, puede la comunidad acompañar exitosamente a las autoridades gubernamentales en el control de la contaminación?. La evidencia empírica muestra que en la medida en que los inversores tengan la información relevante sobre los riesgos ambientales y sus consecuencias, podrán crear incentivos financieros para que las empresas realicen acciones que reduzcan la contaminación. Y es así como la generación y divulgación de información ambiental aparece dentro de los instrumentos alternativos a la regulación tradicional basada tanto en la fijación y control de estándares de emisión, como en el establecimiento de impuestos y penalidades legales que permiten demandas judiciales cuando existen pruebas de daño ambiental.
A nivel internacional, varios son los ejemplos de programas basados en la diseminación de información, entre los que cabe mencionar el Inventario de Emisiones Tóxicas en Estados Unidos y el Inventario Nacional de Emisiones Contaminantes en Canadá. Pero el establecimiento explícito de este tipo de regulación no es exclusivo de países desarrollados. De hecho, países como Indonesia, Filipinas, México y más recientemente China han adoptado programas centrados en la generación de información cuya eficacia para provocar reducciones en las emisiones tóxicas ha sido demostrada en diversas publicaciones.
Argentina, en cambio no cuenta explícitamente con programas de este tipo (y esto es un punto en contra) pero a pesar de ello la comunidad puede obtener cierta información ambiental referida a empresas específicas a través de los medios de comunicación. Basta con mencionar el conflicto entre Gualeguaychú y Fray Bentos por la instalación de papeleras a orillas del río Uruguay. Es un hecho que el lugar que ocupan las noticias ambientales en los medios no es marginal y que este tipo de fuente de información es válida para analizar cómo impacta en el valor de mercado de las empresas su comportamiento en relación al cuidado del medioambiente.
Como conclusión, un accionar lento y limitado por parte de las autoridades gubernamentales en torno al control de la contaminación no sería tan terrible como parece. Las empresas por sí solas verán que es conveniente tener una buena imagen ambiental en tanto se ha demostrado que una mejor reputación se traduce en incrementos en el valor accionario. Después de todo, parece que la mano invisible de Adam Smith también empuja hacia el cuidado del planeta.
Vanesa Valeria D´Elia. Licenciada en Economía en la Universidad Nacional de Rosario y Master en Economía en la UCEMA, donde está cursando el Doctorado en Economía. Sus especialidades son la economía ambiental y las políticas públicas de protección social. Está a cargo del área de Análisis Integral de la Seguridad Social de la ANSES. Además, es docente de Microeconomía Avanzada, Economía Matemática, Economía Laboral y Econometría en la UNR, UCEMA y UADE.

Ya lo decía Adam Smith en la Riqueza de la Naciones "… no es de la benevolencia del carnicero, cervecero o panadero de donde obtenemos nuestra cena, sino de la preocupación por sus propios intereses…" En este sentido tampoco sería la preocupación altruista por el cuidado medioambiental la que guía la conducta empresarial, sino la búsqueda de beneficios.
En efecto, una proporción cada vez mayor del valor de mercado de una empresa está formada por activos intangibles, entre ellos la reputación ambiental. Diversos estudios prueban que comprometer la imagen ambiental puede resultar en una pérdida devastadora. Así, los consumidores (locales y externos) preferirán comprar productos "verdes" penalizando así a las firmas que no se esfuercen en mantener limpio el medioambiente. Por su parte, los inversores dejarán de invertir en compañías contaminantes en tanto el valor accionario, al depender del flujo de los beneficios y riesgos futuros se verá afectado de manera negativa. Se ha demostrado que en países desarrollados el impacto de las noticias ambientales sobre los retornos de las acciones ronda entre el 1% y el 2% y entre el 10 % y el 20% en países en desarrollo. Si bien los porcentajes dependen de la metodología empleada en la medición, lo cierto es que los impactos serían mucho mayores en países con menos desarrollo debido a la alta volatilidad de los mercados de capitales.

Entonces, si los agentes privados pueden "premiar" y "castigar" a las empresas por su responsabilidad ambiental, es posible que participen eficazmente en el proceso de regulación de la contaminación?. O dicho de otra manera, puede la comunidad acompañar exitosamente a las autoridades gubernamentales en el control de la contaminación?. La evidencia empírica muestra que en la medida en que los inversores tengan la información relevante sobre los riesgos ambientales y sus consecuencias, podrán crear incentivos financieros para que las empresas realicen acciones que reduzcan la contaminación. Y es así como la generación y divulgación de información ambiental aparece dentro de los instrumentos alternativos a la regulación tradicional basada tanto en la fijación y control de estándares de emisión, como en el establecimiento de impuestos y penalidades legales que permiten demandas judiciales cuando existen pruebas de daño ambiental.

A nivel internacional, varios son los ejemplos de programas basados en la diseminación de información, entre los que cabe mencionar el Inventario de Emisiones Tóxicas en Estados Unidos y el Inventario Nacional de Emisiones Contaminantes en Canadá. Pero el establecimiento explícito de este tipo de regulación no es exclusivo de países desarrollados. De hecho, países como Indonesia, Filipinas, México y más recientemente China han adoptado programas centrados en la generación de información cuya eficacia para provocar reducciones en las emisiones tóxicas ha sido demostrada en diversas publicaciones.
Argentina, en cambio no cuenta explícitamente con programas de este tipo (y esto es un punto en contra) pero a pesar de ello la comunidad puede obtener cierta información ambiental referida a empresas específicas a través de los medios de comunicación. Basta con mencionar el conflicto entre Gualeguaychú y Fray Bentos por la instalación de papeleras a orillas del río Uruguay. Es un hecho que el lugar que ocupan las noticias ambientales en los medios no es marginal y que este tipo de fuente de información es válida para analizar cómo impacta en el valor de mercado de las empresas su comportamiento en relación al cuidado del medioambiente.

Como conclusión, un accionar lento y limitado por parte de las autoridades gubernamentales en torno al control de la contaminación no sería tan terrible como parece. Las empresas por sí solas verán que es conveniente tener una buena imagen ambiental en tanto se ha demostrado que una mejor reputación se traduce en incrementos en el valor accionario. Después de todo, parece que la mano invisible de Adam Smith también empuja hacia el cuidado del planeta.
Vanesa Valeria D´Elia. Licenciada en Economía en la Universidad Nacional de Rosario y Master en Economía en la UCEMA, donde está cursando el Doctorado en Economía. Sus especialidades son la economía ambiental y las políticas públicas de protección social. Está a cargo del área de Análisis Integral de la Seguridad Social de la ANSES. Además, es docente de Microeconomía Avanzada, Economía Matemática, Economía Laboral y Econometría en la UNR, UCEMA y UADE.