Los desafíos para articular fundaciones y promover los negocios inclusivos
Juliana Ciro, Gerente del Colectivo AFE Antioquia, relata el trabajo en Colombia para articular fundaciones en un objetivo en común. En esta entrevista con ComunicarSe nos ofrece los detalles de la alianza y cómo abordaron los desafíos en la relación entre pares y con el gobierno colombiano.
¿Cómo surgió la necesidad de generar un colectivo de fundaciones que trabajen en desarrollo de comunidades?
“Nos dimos cuenta que en Antioquia, Colombia, existía un problema en el tercer sector que seguramente le pasa a otras fundaciones de América Latina, y es que existe una duplicidad y reiteración de acciones entre las fundaciones. Estábamos compitiendo por recursos, por la atención del gobierno, y además había poca medición de impacto. Nos demoramos tres años porque no queríamos llevar a cabo solo un proceso de colaboración, sino un proceso de articulación de estrategias y metodologías para generar desarrollo. Estamos acostumbrados a colaborar pero no a co-crear un plan común. La AFE está conformada por 72 fundaciones en Colombia. Esta alianza específica es en una región del país, en Antioquia, está formada por 17 fundaciones de las cuales 2 de ellas tienen impacto en otras regiones, y las demás tienen incidencia en la región. Trabajamos en definir un objetivo común y qué puede aportar cada fundación. Iniciamos el trabajo con diagnósticos para detectar cuáles eran las necesidades de la comunidad y responder a esas necesidades”.
¿Qué diferencia hay entre colaborar entre fundaciones y co-crear una acción común?
“Como fundaciones tenemos la práctica de colaboración, desde que tenemos actividades complementarias para un mismo público o actividades similares para públicos distintos. Tenemos esa habilidad histórica de generar sinergia entre fundaciones. Pero cuando iniciamos este proceso de alianza para el desarrollo de las comunidades, consideramos que el desarrollo de una comunidad tiene muchas aristas y por ello era clave unir capacidades. El primer logro fue que algunas fundaciones hicieran una renuncia de una forma de pensar que tenemos todos: una transición de qué puedo aportar como fundación hacia el qué necesita la comunidad. Por eso demoramos tres años en diagnosticar necesidades del territorio. La ciudad desde donde direccionamos la alianza es desde Medellín, pero sabíamos que las soluciones no podían provenir de esta ciudad sino desde la misma región. El diagnóstico definió los lineamientos y sucedió que algunas fundaciones no se sintieron interpeladas porque sus programas no respondían a las necesidades y sus estrategias eran otras, pero se quedaron para aportar recursos. Esto sucede porque entendieron que el objetivo es el desarrollo de la comunidad, y sin este desarrollo integral cualquier acción que tengan esas fundaciones será inerte.
En 2015 iniciamos con este diagnóstico, en 2018 conformamos la alianza y en 2019 iniciamos la implementación. Estamos terminando el documento de sistematización para este año”.
¿Qué pasa con la recepción de las comunidades en un contexto de crisis de confianza y deslegitimación del trabajo social? ¿Cómo recibieron la alianza?
“El primer reto que debimos encarar en la red fue generar confianza entre nosotros, las mismas fundaciones, conocer quiénes somos y qué hacemos. Nos dimos cuenta que en Antioquia éramos muchos trabajando en los mismo y tampoco conocíamos qué impacto estábamos logrando. En segundo paso es generar confianza en las comunidades, pero al ver que buscamos crear un modelo de colaboración conjunta el trabajo fue más sencillo.
Al trabajar sobre las necesidades de las comunidades fue sencillo alinear estrategias de fundaciones, ayudar a que piensen su trabajo desde otro enfoque. Esto permitió aportar en territorios nunca antes trabajado, y ver las oportunidades mas allá de nuestra estrategia de impacto local”.
¿Cuáles son los desafíos de articular al gobierno?
“Desde la asociación tenemos un plan para generar incidencia en políticas públicas pero es cierto que los desafíos de articular con el gobierno son muchos. El primer desafío es fortalecer a la sociedad civil para poder constituirse como un interlocutor válido y generar valor para el Estado. Es necesario que el Estado deje de ver a las ONG como un aporte adicional de recursos sino como generadores de conocimiento, de capacidades y que llegamos a los territorios buscando el bienestar de las comunidades, aportando al objetivo del Estado. Cuando la sociedad civil logra organizarse, formar redes, y adquirir visibilidad es más fácil acercarse al Estado. Tenemos en Colombia una gran oportunidad para la sociedad civil a partir de los Acuerdo de Paz, donde el Estado está buscando generar articulaciones con el sector privado y el sector de las fundaciones, para abordar este reto bastante grande. Tenemos una oportunidad única de articular en este contexto. Desde la alianza venimos trabajando con las municipalidades en Colombia. Estos gobiernos son aliados estratégicos para la red de fundaciones. Estamos trabajando en un proceso de incidencia política para que el programa queden dentro de los planes de desarrollo de los municipios. Hemos contado con la suerte de estar en medio de dos coyunturas políticas, una a nivel nacional que son los Acuerdos de Paz, y otra a nivel municipal y regional debido a la elección de nuevos autoridades que buscan articular con el sector social.
Fortalecer a los actores de la sociedad civil para ser reconocidas, atomizadas perdemos valor e incidencia. Tenemos que dejar de ser percibidas por el Estado como operadoras de programas en territorios, pero no solo tenemos este rol podemos ser actores estratégicos para la transformación de los territorios, por nuestro conocimiento, experiencia”.
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