"Tenemos que lograr una ciudad más compacta donde uno trabaje, viva y consuma cerca de la casa"
Entrevista con Eugene Zapata, Director regional para América Latina y el Caribe del programa 100 Resilient Cities, impulsado por la Fundación Rockefeller, que colabora con ciudades de todo el mundo para apoyarlas en sus esfuerzos de construir resiliencia ante los retos del siglo XXI.
El 31 de octubre se realizó en el Centro de Exposiciones y Convenciones de Buenos Aires el encuentro sobre “Ciudades y el futuro del trabajo en América Latina”, un evento complementario al Urban 20 Mayors Summit, donde se debatió la evolución del mercado laboral en América Latina y cómo deben prepararse las ciudades para enfrentar a la “economía gig”, la automatización y el cambio climático, entre otros desafíos.
Organizado por la revista Americas Quarterly (AQ) y con el apoyo de la Fundación Citi, la jornada reunió en distintos paneles a alcaldes, emprendedores, activistas, ciudadanos comunes y jóvenes empresarios de toda Latinoamérica, quienes discutieron cómo pueden organizarse las ciudades para los empleos del futuro, así como distintas iniciativas para que las urbes puedan adaptarse y crecer de manera sostenible.
Uno de los panelistas fue Eugene Zapata, Director regional para América Latina y el Caribe de 100 Resilient Cities, impulsado por la Fundación Rockefeller. Esta red nuclea ciudades de todo el mundo y las apoya para construir resiliencia frente a la globalización, la urbanización y el cambio climático. La resiliencia urbana es la capacidad de las personas, comunidades, instituciones, empresas y sistemas que se encuentran dentro de una ciudad para, sobrevivir, adaptarse y crecer, independientemente de los tipos de tensiones crónicas e impactos agudos que experimenten.
¿Cómo nace y en qué consiste el programa 100 Ciudades Resilientes?
El programa 100 Ciudades Resilientes nació en 2014, con motivo del aniversario de la Fundación Rockefeller. Al cumplir 100 años, la institución lanza un proyecto muy ambicioso en casi 50 países del mundo, escogiendo 100 ciudades para desarrollar sus capacidades de ser ciudades más resilientes.
La resiliencia urbana es la capacidad que tiene una ciudad en anticipar sus problemas, vulnerabilidades y atenderlos antes de tiempo, acción que, en general las ciudades no realizaban, porque están atendiendo asuntos inmediatos y urgentes. Por lo tanto, el programa ayuda a 100 ciudades del mundo ante impactos o riesgos que puedan venir.
¿Qué rol tiene la Fundación en el programa y cuál es su interés estratégico en trabajar con las ciudades?
La Fundación sabe que el futuro el planeta va a pasar por el futuro de las ciudades: primero, porque las personas viven más en ellas que en el campo, y segundo, las ciudades son los motores de las economías, la inversión pública y en infraestructura se basa en las ciudades. Por lo tanto, no podemos pensar en un mundo mejor sin pensar en una ciudad mejor.
La Fundación hizo un aporte inicial de 170 millones de dólares para apoyar a las ciudad de tres maneras: en primer lugar, para crear oficinas de resiliencia,-ya están en todas las ciudades-; en segundo lugar, se dota a las oficinas de los recursos técnicos, financieros y humanos para elaborar una estrategia de resiliencia, -en el caso de la Ciudad de Buenos Aires se presentó el mes pasado-; por último, acompañamos proyectos específicos que muestran el valor de la resiliencia, como una manera de anticipar los problemas del futuro con soluciones actuales.
¿Cuáles son las diferencias conceptuales entre resiliencia y sustentabilidad?
La sustentabilidad ha puesto el énfasis en la capacidad que tiene el planeta de cuidar sus recursos y mantenerlos para las nuevas generaciones. Es un concepto que está relacionado con el largo plazo. Mientras que, la resiliencia está vinculada con la anticipación de los problemas que puedan venir, relacionados o no con el medio ambiente. Por lo tanto, la resiliencia anticipa el impacto y el riesgo y resuelve a tiempo.
¿Qué papel tienen las empresas en el programa?
La Fundación invitó a más de 100 socios a participar, incluyendo grandes empresas hasta pequeñas ONGs o instituciones como el BID o la CAF. Ellos están ayudando a demostrar que es un enfoque que tiene futuro para la supervivencia de las urbes. En esta línea, las empresas otorgan servicios gratuitos a las ciudades de nuestra red, para hacer pruebas pilotos de soluciones específicas. Por ejemplo, Nissan donó vehículos eléctricos para realizar un piloto de movilidad eléctrica.
Además, instamos a las empresas para que no solo vean el futuro de las ciudades desde un punto beneficio para sus inversiones, donde un buen negocio es el que trae ganancias, sino que, el mejor negocio es que el conlleva cambio en el impacto en la vida de las personas.
¿Cómo están observando desde el programa asuntos como movilidad y energía en las ciudades?
Son dos de los temas más importantes en América Latina y en el mundo. El tema de movilidad lo observamos en todos los continentes, las ciudades están colapsadas en su tráfico, como consecuencia de un crecimiento sin planificación y las periferias desbordar las capacidades del centro de llevar movilidad y accesos.
Entonces, debemos apostar por el transporte público, la movilidad no motorizada, bicicletas, peatones, para lograr una ciudad más compacta donde uno trabaje, viva y consuma cerca de la casa y eso, además tiene un impacto en la energía, porque es un impacto en el consumo energético. Son dos de los temas más cruciales que estamos tratando.
¿De qué modo?
Estamos trabajando con el metro de Quito, para que las estaciones del metro sean polos de desarrollo económico y no solo de movilidad, es decir, que, aparte de llegar más rápido, la estación del metro les permita a las personas una oportunidad de trabajo que quizás antes no tenía. Buscamos hacer de una arteria de movilidad una arteria de desarrollo económico.
También estamos trabajando en Cali en un sistema integral de movilidad de los autobuses del carril único. El objetivo no es llevar el autobús más lejos, sino acercar a la ciudad a sus fuentes de empleo, es una estrategia de desarrollo económico y social.
¿Qué ocurre con el metro?
Con respecto al desarrollo del metro, es una inversión que pocas ciudades pueden afrontar. Son inversiones muy caras, con un mantenimiento alto y con subsidios a las tarifas. Además, tiene desafíos geológicos y técnicos.
¿Qué agenda distintiva observan en las ciudades de América Latina en comparación con otras regiones?
Hay dos puntos destacados: por un lado, está la gobernanza metropolitana, las ciudades están delimitadas por fronteras administrativas y políticas, pero en ellas no empieza ni acaba la ciudad, porque hay otros municipios que viven y trabaja en ella, pero al mismo tiempo, el alcalde no tiene alcance sobre esos municipios. Así, observamos que no hay estructuras de gobernabilidad para tomar soluciones a nivel metropolitano, entonces estamos tratando de trabajar en resiliencia metropolitana.
Otro tema es que, sigue siendo uno de los continentes más desiguales del mundo y las ciudades de la región concentran esa desigualdad. La cohesión social en la zona urbana en un enorme desafío, hay barrios del cuarto mundo y del primer mundo vecinos, y eso no se ve en Norteamérica o Europa, pero en la región casi todas las ciudades lo padecen.
Tienen un eje de trabajo denominado “Comunidades Homogéneas” ¿Qué propone?
Apunta a tender puentes entre ricos y pobres, no sólo en términos económicos, sino hacer una comunidad homogénea en términos de diversidades. En América Latina sigue habiendo mucha diversidad étnica, lingüística, cultura, y las ciudades se están dando cuenta de este factor.
¿Qué expectativas tienen sobre la agenda urbana en el próximo G20?
Es importante que, aparte de escuchar la voz de los alcaldes, ellos participen en la toma de decisiones y en la implementación de esas acciones.
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