"Boicot contra las marcas no es conveniente para la mano de obra de la industria de la confección"
En la Semana de Revolución de la Moda se conmemora el tercer aniversario del desastre de Rana Plaza, la más grande y mortífera tragedia que ha sufrido el sector de la confección, cobrando la vida de más de un millar de trabajadoras y trabajadores en Bangladesh.
Cuando nos preguntamos #whomademyclothes (¿quién fabrica mi ropa?), esa pregunta quisiera enfocar la atención en los millones de trabajadoras/es de la confección, que se ven obligados a sobrevivir apenas, con salarios miserables, quienes fabrican la ropa que usamos.
Pero ¿qué podemos hacer para ayudar a esta fuerza de trabajo, de la cual un 80% son mujeres?
Por cierto, la solución no es que se compre solamente ropa que es reliquia de épocas pasadas o de segunda mano, como lo propusieron recientemente dos fashionistas en un programa de Radio 4 de la BBC. Los trabajadores/as de la confección necesitan desesperadamente conservar sus puestos de trabajo, por lo tanto un boicot contra las marcas no es el camino a seguir. Los trabajadores y trabajadoras de la confección quieren trabajar. En muchos países, la industria de la confección es una de las pocas vías que pueden usar las mujeres para lograr independencia económica.
Lo que no quieren los trabajadores y trabajadoras de la confección son salarios miserables, jornadas de trabajo excesivas y fábricas peligrosas.
De acuerdo con los Principios Rectores de las Naciones Unidas, las compañías multinacionales son responsables de las condiciones de trabajo en sus plantas proveedoras. Sin embargo, muchas marcas de moda tienen poco control o poca idea de cuánto se paga a la fuerza de trabajo, cuánto dura la jornada de trabajo, o del nivel de seguridad en las fábricas. También falta voluntad de las marcas para realmente hacer algo al respecto.
Las mujeres que fabrican nuestras prendas de vestir son quienes sufren lo indecible debido a los cortos plazos de entrega, cambios a última hora en las especificaciones de producción, y en general una falta de consideración de parte de sus patrones, que ignoran el impacto de sus exigencias en la mano de obra.
¿Por qué los trabajadores y trabajadoras de la confección han de soportar bajos salarios y malas condiciones de trabajo cuando son ellos, la fuerza de trabajo, que contribuyen a que las marcas mundiales tengan ganancias fenomenales? Amancio Ortega, fundador de Zara, es el segundo hombre más rico del mundo, con una fortuna personal de $70 mil millones.
Cualquier cambio en la industria mundial de la confección tiene que ser sistémico y ejecutable. Las acciones aisladas no van a producir los cambios necesarios para mejorar la vida de los trabajadores y trabajadoras de la confección.
No vale nada que una empresa exalte sus propias credenciales de responsabilidad corporativa y social, si no trabaja con sus competidores para cambiar la base sobre la que se hacen los pedidos y se comercializa la ropa.
Las plantas de confección de prendas de vestir en países como Camboya y Bangladesh fabrican productos para varias marcas diferentes. Si alguna fábrica aumentara los salarios de manera significativa, otras fábricas podrían aprovechar la situación ofreciendo sueldos inferiores, y la fábrica original pronto quedaría en la ruina.
Es necesario que un importante número de marcas tome conciencia de que sus operaciones en las cadenas de suministro son abusivas e insostenibles.
El derrumbe de Rana Plaza ocurrió el 24 de abril de 2013, constituyendo ese desastre un momento decisivo para el sector de la confección, pues se demostró que había fracasado catastróficamente la autorregulación y autoauditoría que aplicaban las marcas a las fábricas de los proveedores.
A consecuencia de la terrible tragedia de abril 2013, pudo ser posible el Acuerdo de Bangladesh sobre Seguridad en la Construcción de Edificios y de Sistemas contra Incendios, novedoso acuerdo legalmente vinculante entre los sindicatos mundiales y más de 200 marcas de moda multinacionales para inspeccionar y reparar más de 1.600 fábricas de prendas de vestir.
Es a través de colaboración entre las marcas y los sindicatos, como en el caso del Acuerdo de Bangladesh, que es posible ofrecer mejores oportunidades para alcanzar el éxito, introduciendo cambios de verdad.
En la actualidad, mi organización, IndustriALL Global Union, está trabajando con un grupo de marcas comprometidas, incluyendo Top Shop, Primark y Next, en un proceso conocido como ACT, que tiene el potencial de revolucionar la cadena de suministro mundial del sector de la confección.
Su objetivo es introducir, en los países proveedores de prendas de vestir, negociaciones colectivas en las que participen los sindicatos, fábricas y marcas, sobre una base sectorial. Al establecer salarios más altos en todo el sector, se evita que en las negociaciones las fábricas y las marcas individuales puedan ofrecer precios más bajos en base a salarios inferiores.
Con este fin, las marcas deben reformar sus prácticas de compra de tal manera que las fábricas puedan pagar mejor a los trabajadores y trabajadoras. Un convenio a nivel sectorial también ofrece un medio para negociar mejores condiciones de trabajo, así como mejoras de la productividad.
El proceso de ACT ya está en marcha en Camboya y hay planes para extenderlo a Bangladesh, Myanmar y Pakistán.
Los trabajadores y trabajadoras de la confección deben hacerse oír; necesitan utilizar su fuerza colectiva para demostrar que, sin ellos, no se fabricaría nada. Es por eso que tanto las marcas como sus clientes deben apoyar sus campañas de sindicalización, y su lucha para mejorar salarios y condiciones de trabajo.
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