La economía azul como motor de cambio: Cómo la innovación empresarial está acelerando la acción climática

En las grandes conferencias mundiales sobre el océano, entre discursos diplomáticos y metas a largo plazo, emerge una fuerza de acción tangible y pragmática. Lejos de los plenarios principales y de los espacios educativos de divulgación científica, se impulsa una sinergia entre la ciencia, la tecnología y el sector privado. Esta alianza se perfila no sólo como una fuente de optimismo, sino como una herramienta crucial para alcanzar los objetivos de la Década del Océano.
La energía en los foros de negocio inspirados en el océano es palpable. Aquí, la conversación gira en torno a la convicción de que una economía azul viable no puede lograrse en un océano en declive. Durante el Ocean Business Forum celebrado en Niza como evento paralelo a la conferencia UNOC3, la necesidad de networking congregó a expositores y asistentes de los cinco continentes con una misión clara: buscar oportunidades de negocio en la economía azul e insertar la tecnología y los servicios marinos en el mercado global.
La motivación de transformar la economía azul en una realidad con cifras en mano es tanto válida como necesaria. Los números hablan por sí solos: sólo en Francia, las actividades portuarias, el transporte marítimo y el turismo crean más de 300,000 empleos y movilizan miles de millones de euros anualmente. Chile, por su lado, basa el 95% de su comercio en el mar, pero pierde cerca de 400 millones de dólares al año por cierres de puertos causados por marejadas. Conflictos entre la conservación costera y la extracción de recursos, en un país líder en acuicultura y minería, demuestran que la salud del océano tiene efectos directos en nuestra economía.
Es en este nexo entre la necesidad económica y la aspiración de lograr la sostenibilidad donde florece la innovación. Las oportunidades de negocio en descarbonización, energías oceánicas, logística marina, biotecnología y cosmética están catalizando una nueva generación de startups. Lo fundamental es que este auge no ocurre en el vacío; surge de una fuerte conexión con la ciencia y de la voluntad de los generadores de conocimiento de transitar desde lo teórico a lo palpable y eficaz. Para centros de investigación como COPAS Coastal, cuya misión combina la ciencia fundamental con la transferencia de conocimiento y la oceanografía aplicada, esta sinergia es profundamente inspiradora y representa un camino claro para lograr avances en los próximos cinco años.
La prueba más contundente de este cambio de paradigma es ver a instituciones como el Scripps Oceanographic Institute —un baluarte mundial de la investigación oceanográfica pura, famoso por sus grandes descubrimientos en altamar— participar activamente en un foro de negocios como el Ocean Business Forum. Y no solo como oyentes: lo hicieron presentando su propio hub de incubación de empresas ligadas al océano, abierto a postulaciones de todo el mundo. Es un gesto poderoso que valida la transición de la academia desde espectadores a agentes de cambio con metas concretas.
Ahora bien, que no se malinterprete. Abogar por este modelo no significa que la conservación debe dar un paso al costado ni esperar que el sector privado asuma en solitario la custodia del océano. Al contrario, se trata de entender que, así como la cadena trófica es la base de la vida marina, cada eslabón de la gobernanza oceánica es indispensable.
Desde la perspectiva de la ciencia aplicada, el conocimiento oceanográfico es un puente indispensable que conecta la economía azul con la creación de soluciones efectivas y políticas públicas robustas. Sin ciencia, la innovación carece de norte y la política, de evidencia. La innovación puede además apoyar la implementación de las políticas públicas a toda y lograr inspirar nuevamente a las generaciones de científicos que hoy evitan las ciencias del mar como respuesta a la eco-ansiedad.
En Chile, hemos visto emerger en años recientes un nuevo grupo de jugadores en la arena de la innovación, capaces de hacer de intermediario entre ciencia y tecnología, entre la prueba por evidencia y la generación de prototipos.
Resultaría increíblemente refrescante para nuestro país ver propuestas creativas, especialmente de empresas jóvenes, orientadas a la sostenibilidad e inspiradas en una genuina curiosidad por entender el funcionamiento del océano: necesitamos tal como en europa proyectos para reducir la huella de carbono del transporte marítimo, soluciones para la energización limpia de embarcaciones y boyas, cosmética innovadora basada en la naturaleza, o el uso de inteligencia artificial para optimizar la gestión marítima.
Esta energía, práctica y visionaria, es la que puede ayudarnos a superar los obstáculos para la segunda mitad de la Década del Océano. La innovación impulsada por el sector privado, en estrecha colaboración con la comunidad científica, no solo hace del océano un espacio inspirador, sino que presenta metas claras y soluciones viables que pueden catalizar la acción de nuestros tomadores de decisiones.
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Camila Fernández es Vicepresidenta del Comité Científico Asesor de Cambio Climático de Chile, dentro del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación.
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